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jueves, 3 de marzo de 2016

La ecofatiga y otros adversarios de la comunicación ambiental



Leí el término “ecofatiga “ en ww.psicoambientalia.blogspot.com. Se refiere al posible hartazgo que provoca en el ciudadano la avalancha de informaciones sobre medio ambiente, la mayoría de ellas con connotación negativa. Ese hartazgo podría provocar que mucha gente “dimitiera” de sus responsabilidades ambientales. Es una idea que a mí y a otras muchas personas ya se nos había pasado por la cabeza pero, para mí, lo nuevo es el término, que además me parece muy expresivo.

La cuestión de por qué avanzamos tan despacio en el reto de lograr actitudes proambientales lleva mucho tiempo en el candelero. En webs británicas he encontrado esta misma discusión aplicada al cambio climático, donde psicólogos y otros especialistas ofrecen explicaciones como las siguientes:

Según Dan Kahan, hay dos escalas para definir los tipos de personas: jerárquicos vs igualitarios e individualistas vs comunitarios. Las personas jerárquicas e individualistas son más proclives a negar el cambio climático, dadas sus implicaciones sobre aspectos que ellos valoran, como la libertad de mercado y el mantenimiento del statu quo.

Otros, como Gramsay, aducen que el contexto cultural definido por el neoliberalismo hace más difícil asumir el mensaje de que urge un cambio.

Y, además, el Climate Change Advisory Group, un equipo multidisciplinar con mayoría de psicólogos que se dedica a asesorar a quienes hacen campaña sobre cambio climático realiza, entre otras, las siguientes observaciones interesantes:

Citando a David Mackay, asesor del Departamento de Energía y Cambio Climático del Gobierno británico, advierten de que no hay que distraer a la ciudadanía pidiéndole que cada cual haga “un poquito”, porque entonces sólo lograremos eso: “un poquito”

Hay que ser honestos al comunicar la magnitud del problema, pero evitando provocar temor o culpa. Es necesario explicar tanto las ventajas como las desventajas del cambio de estilo de vida que se necesita.

Amortiguar el calentamiento global impone cambios vitales que suponen un impacto emocional por la pérdida de cosas a las que estamos apegados, y hay que hacer el “duelo” por esa pérdida. Si no somos claros al comunicar, no se hará el duelo y, sin hacer el duelo, no estaremos listos para actuar.

Por eso tampoco hay que facilitar salidas fáciles que tranquilicen conciencias, ni hacer creer que comprando los productos adecuados (compra verde) se arregla el problema.

En cuanto a estilos de comunicación, aconsejan:

Usar más el “nosotros” que el “yo”, subrayando el poder del trabajo en red y de nuestra fuerza unidos, para evitar la sensación de impotencia.

Emplear el poder que para la gente común tiene la imagen de personas comunes adoptando con naturalidad comportamientos y prácticas proambientales.

Usar la expresión “calentamiento global” más que “cambio climático”, puesto que es más expresiva.

Prestar atención a los deep frames, o marcos de valores profundos. Por ejemplo, desaconsejan mercantilizar las especies y espacios naturales, puesto que no podemos superar el economicismo que domina nuestra vida si no somos capaces de valorar un ave o un árbol por sí mismos, más allá de los beneficios económicos que aportan.

Me parecen muy interesantes todas esas aportaciones. Ahora bien, me pregunto si, además de las barreras comunicativas, no hay otras simplemente operativas. Nuestras vidas están impregnadas de insostenibilidad. Alguien que trabaja ocho horas a jornada partida, que tiene que emplear una o dos horas en ir y volver al trabajo y después ocuparse de toda la logística doméstica, además de atender a sus hijos o padres dependientes, si los tiene, y asegurarse de que llega a fin de mes, difícilmente estará en condiciones ni de tener los oídos abiertos para algo que no tenga que ver con sus necesidades inmediatas, ni de realizar un esfuerzo adicional, aunque sea el de pensar cómo organiza de forma distinta pequeños aspectos de su vida.

Para poder cambiar el estilo de vida, primero hay que que cambiar la forma de pensar la vida y, después, intentar vivir como se piensa. Pero ¿es fácil encontrar un trabajo sostenible? La sostenibilidad de la vida diaria empieza por el empoderamiento para el cambio, y disponer de tiempo y fuerzas es condición necesaria para ese empoderamiento. La conciliación trabajo – vida personal es clave en la educación para la sostenibilidad porque, de lo contrario, no hay ni tiempo ni ganas para emprender cambios.


Por Miguel Á. Ortega, presidente de Reforesta y publicado en el blog:


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