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sábado, 31 de octubre de 2015

Ciudades y energía: la revolución pendiente

edwardburtynsky




¿Sabías que el 79% de los españoles vive en ciudades que concentran el 80% de las emisiones de CO2 y el 75% del consumo de energía? ¿Y que el 64% de nuestro consumo se basa en hidrocarburos? La elevada dependencia y la necesidad de una verdadera apuesta por la eficiencia obligan a transformar nuestras ciudades. Ha llegado el momento del cambio inteligente.

Según datos de Naciones Unidas, el 79% de los españoles vive en ciudades. Si ampliamos el objetivo, casi el 73% de los europeos y el 54% de la población mundial residen en urbes, y se prevé que las cifras sigan creciendo en las próximas décadas. El futuro de las sociedades está en las ciudades.

Los núcleos urbanos, principales motores de las economías, son responsables solo en España del 80% de las emisiones de CO2 y del 75% del consumo de la energía. «La gestión eficiente de las ciudades es una de las claves de la sostenibilidad en el siglo XXI», afirma Joan Ricart,codirector académico de la plataforma IESE Cities in Motion.

Cada vez más poblaciones se desplazan con celeridad del mundo rural al urbano y las necesidades de las urbes y sus ciudadanos se vuelven cada vez más exigentes. No solo crece el número de hogares, comercios o edificios, sino que también aumentan las exigencias de confort y equipamiento de los mismos. Y, con esto, crece exponencialmente el consumo de energía.

Pero, aunque a primera vista no lo parezca, los núcleos densos suponen un gran potencial para el ahorro energético. «Las ciudades densas son más eficientes energéticamente que el mundo rural, porque han conseguido desarrollar estructuras y servicios más avanzados en términos de eficiencia», explica Ricart.

Las ciudades dispersas requieren mucho transporte para comunicar distintos puntos y además hacen más difícil la prestación de servicios, incluyendo la red eléctrica, el gas o cualquier tipo de energía. «Todo ello se mejora con células más densas y autosuficientes, para lo cual son necesarios gobiernos inteligentes que den lugar a nuevas formas de gestión y de organización de la ciudad», añade.

El reto, por tanto, es transformar las ciudades modernas en espacios más sostenibles y eficientes cambiando la forma en la que producen y consumen energía. «Igual que la década pasada fue el comienzo de una nueva era de interconexión de la información, esta será recordada como la década en la que cambió el modelo energético de las ciudades», apunta José Luis Blasco, responsable de Cambio Climático y Sostenibilidad de KPMG.

Autosuficiencia

«El futuro a largo plazo del modelo energético de las ciudades se dirige hacia la autosuficiencia», opina Blasco. En este sentido, España tiene que trabajar fuerte, porque las últimas cifras de Eurostat recogen que la dependencia energética del exterior asciende al 73,3%, frente al 53% de media europea.


El consumo energético español se basa en hidrocarburos, que importamos en su mayoría. Según datos de la Dirección General de Política Energética y Minas, más del 42% viene del petróleo y el 22% del gas natural. Si tenemos en cuenta que España consume una media de 1,2 millones de barriles al día, traducido en términos económicos, significa que importar energía nos cuesta a los españoles alrededor de 45.000 millones de euros, solo el pasado año, lo que equivale a un 4,3% del PIB.

«No podemos depender de países inestables políticamente; necesitamos una mayor independencia, además de una mayor eficiencia», opina Fernando Ferrando, director de Sostenibilidad de Endesa. Desde su punto de vista, tenemos que cambiar esa forma de pensar según la cual si exigimos eficiencia energética perdemos en competitividad, porque estamos perdiendo el ritmo respecto a nuestros colegas europeos. «Al contrario, un modelo energético eficiente puede volvernos más competitivos y, por supuesto, más independientes».

El nuevo arquetipo sostenible se basa en una energía segura, limpia y eficiente. «La clave del modelo es la electrificación de la demanda», apunta Ferrando. Se trata de sustituir el combustible de energía contaminante por uno que no tenga ese impacto, y el único vector energético que puede cumplir los requisitos medioambientales y de eficiencia mientras cubre las necesidades de los ciudadanos es «la electricidad, porque donde consume no emite».

Los núcleos urbanos están empezando a cambiar el modelo de generar, distribuir y consumir energía. Y, en esta transformación de las ciudades, la movilidad sostenible, la iluminación de los espacios públicos y privados y la rehabilitación de los edificios bajo criterios de eficiencia energética juegan un papel relevante.

Mejorando la habitabilidad

«En el preámbulo de la directiva de eficiencia energética, la Comisión Europea recoge que el objetivo es lograr que las edificaciones, tanto públicas como privadas, sean de energía neta cero en el horizonte del final de la década», pone de manifiesto Blasco.

Técnicamente, es posible. Ahora se trata de hacerlo viable de manera económica a través de la innovación, las nuevas tecnologías y las aplicaciones de última generación para transformarlo en algo común y convertirlo en la dinámica general.

El sector de la edificación en Europa representa el 40% del consumo energético total, se extrae del documento de la directiva. Solo en España supone el 31%. La mayoría de los edificios españoles son anteriores a los años 80 y están un 70% por debajo del nivel de exigencia de comportamiento energético sostenible. Promover la rehabilitación integral de edificios en equilibrio con el entorno urbano bajo criterios de eficiencia energética permitiría alcanzar ahorros energéticos superiores al 60% (y es uno de los objetivos 20-20-20).


En 2013, el gobierno aprobó la Ley de Regeneración, Rehabilitación y Construcción de Edificios con el fin de promover la recuperación de edificios, pero las cifras siguen siendo todavía muy bajas en comparación con nuestros vecinos europeos. «En Alemania, el 64% de las iniciativas en el ámbito de la construcción están destinadas a la rehabilitación de edificios, mientras que en España no pasamos del 16%», apunta Ferrando.

Solo entre edificaciones y transporte, que consume también un 31% de la energía, España consume dos tercios de la demanda total del país. «La electrificación del transporte es otro factor importante en la transformación de las ciudades y la herramienta para esto es el coche eléctrico», señala el responsable de Medio Ambiente y Sostenibilidad de KPMG.

Un vehículo eléctrico es dos veces más eficiente y hasta un 65% más económico que uno térmico. Además, se trata de coches con cero emisiones y ruidos que contribuyen a mejorar la habitabilidad de los espacios urbanos. «La generalización del transporte eléctrico (tanto público como privado) será determinante en el tipo y la velocidad de la transformación energética en la ciudad», añade.

En este proceso de cambio urbano, tampoco podemos olvidar la iluminación, que representa el 19% del consumo total de energía, como nos recuerda Ángeles Barrios, directora de Marca, Comunicación y Digital de Philips. «Gracias a la eficiencia energética de esta nueva tecnología LED en nuestras ciudades, tanto en vías públicas como en edificios, se pueden obtener unos ahorros energéticos de hasta el 80%».

Según señala, se estima que, si toda la iluminación mundial cambiase a LED, los ahorros potenciales ascenderían a 128.000 millones de euros y a la reducción de 670 toneladas de emisión de CO2. «Las innovaciones tecnológicas en el campo de la iluminación ofrecen importantes ahorros energéticos. El camino hacia la eficiencia energética pasa por la renovación de las instalaciones existentes», concluye Barrios.

«España cuenta con la tecnología necesaria para desarrollar ciudades eficientes; si no se implanta es por indecisión política», opina el director de Sostenibilidad de Endesa. Cuando las reglas del juego son consistentes y continuadas, se alcanzan resultados como los de 2013, donde la demanda energética de electricidad en España fue del 25%. 

Según apunta el último informe de Coyuntura de Unesa, el 43% de esa energía eléctrica producida vino de las renovables y concretamente el 22% de la eólica. «Nos hemos convertido en uno de los primeros países en cobertura eólica, gracias en gran parte a la reglamentación que en los últimos años ha incentivado que se invirtiera en renovables», añade.

Círculo virtuoso

Ya sea de las administraciones públicas (hacia las empresas y los ciudadanos) o del mundo empresarial (a los consumidores), «los incentivos son necesarios para propiciar un cambio, no solo tecnológico, sino principalmente en la manera de gestión de las ciudades y en la mentalidad de los ciudadanos», apunta el profesor del IESE.


Porque, en esta transformación de las ciudades, los ciudadanos desempeñan un papel fundamental. De hecho, el modelo energético de las ciudades modernas toma al ciudadano como pilar básico para su desarrollo y consolidación. «Se trata de convertir al consumidor en ciudadano, con derechos y deberes; es decir, con capacidad de elegir qué energía quiere consumir o de qué compañía y con la obligación de ser responsable, sostenible y consecuente», explica el directivo de Endesa.

La transformación de las ciudades requiere la participación activa y directa del ciudadano, para que tenga capacidad de decisión y gestión. ¿El motivo? Los ciudadanos son el motor del cambio, como explica Víctor Viñuales, director de Ecología y Desarrollo (Ecodes). «La implicación de los ciudadanos es la primera fuerza motriz. Un ciudadano con conciencia cívica elegirá gobiernos responsables, premiará con su consumo a las empresas más sostenibles y tendrá hábitos y conductas adecuadas».

En España se avanza lentamente porque los cambios no están integrados en una visión holística y se aprueban políticas públicas que no van acompañadas de cambios culturales, o se desarrollan tecnologías que no están respaldas por normativas. «Necesitamos alianzas y sinergias de todos los actores de la sociedad. Hay que romper el círculo vicioso existente y crear uno virtuoso en el que se integren de la misma manera cambios culturales, regulación de políticas públicas y tecnología e innovación», opina Viñuales.

Cuando ese círculo virtuoso se cierra, surgen iniciativas que ponen de manifiesto el potencial de las ciudades inteligentes y la importancia de la unión para la transformación. Smart City Málaga, una iniciativa liderada por Endesa se puso en marcha en 2009 y ya cuenta con 11.000 clientes domésticos y 1.200 industriales y de servicio. En estos cinco años, ha logrado evitar la emisión de 4.500 toneladas de CO2 a la atmósfera al año —lo que supone una reducción de emisiones del 20%— y ha conseguido un ahorro de más del 25% en el consumo eléctrico general en la zona.

jueves, 29 de octubre de 2015

miércoles, 28 de octubre de 2015

Primer método para calcular la huella de carbono en un plan urbanístico


Los investigadores españoles avanzan en la lucah contra la huella de carbono en la urbanización. Ahora, han creado  una innovadora  herramienta que calcula la huella de carbono dentro de la planificación urbanística.
Con el fin de reducir al máximo las emisiones de efecto invernadero que se registran en una localidad, un grupo de investigadores pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid y a la de Antonio de Nebrija han creado una innovadora herramienta que calcula la huella de carbono dentro de la planificación urbanística. Se trata de un método pionero que se ha probado en 33 municipios de Madrid y Toledo, y podría aplicarse en núcleos urbanos similares.
Hasta la fecha no había ningún método que calculara la huella de carbono global a la hora de diseñar el plan urbanístico de una localidad. Este concepto ambiental identifica y cuantifica los gases de efecto invernadero emitidos por los productos o actividades humanas de forma individual.
Sergio Zubelzu, profesor de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) indica que “Nuestro método es novedoso porque, a nivel de diseño urbanístico, resulta muy sencillo implementar medidas preventivas de las emisiones sostenibles en el tiempo”.
En una investigación en colaboración con la Universidad Antonio de Nebrija, Zubelzu ha definido las actividades que generan gases de efecto invernadero propias del planurbanístico, como la potabilización de agua, la gestión de aguas residuales, el tratamiento de residuos, el transporte y el suministro eléctrico y gasístico. El modelo clasifica las diferentes actividades industriales en categorías y divide el uso del suelo en urbano, urbanizable y no urbanizable.
Los datos utilizados proceden de 33 localidades de tamaño medio entre Madrid y Toledo, como Chinchón, Villaconejos o Titulcia. “Se trata de un conjunto de municipios con un sector industrial relevante y muy dependientes en términos económicos tanto de Madrid como, en menor medida, de Toledo”, añade el
profesor.
Las mayores fuentes contaminantes
El trabajo, publicado en Energy Policy, revela que las industrias químicas son las más contaminantes, como consecuencia de su elevado consumo energético, con 1.110,71 kg de dióxido de carbono por metro cuadrado.
Las industrias de muebles y otros productos manufacturados son las que menos emisiones generan, con 43,5 kgCO2/m2. La media de la huella de carbono de todas las actividades industriales se situó en 469,89 kgCO2/m2.
El gas y la electricidad son las mayores fuentes contaminantes en la industria química y de productos minerales no metálicos (como el cemento), mientras que el transporte es el mayor agente de emisiones en las demás actividades industriales.
El nuevo método se puede emplear en municipios semejantes a los estudiados. “La herramienta se puede aplicar en cualquier zona con características similares a las analizadas, especialmente, si se sitúan en el entorno de un gran centro económico y cuentan con actividades industriales”, asegura Zubelzu.
Según los autores, los municipios pueden influir de forma decisiva en la huella de carbono industrial porque la mayoría de las reducciones se pueden conseguir tomando decisiones en la planificación urbanística.
Fuente: DICYT 

lunes, 26 de octubre de 2015

INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE DESARROLLO

cabeceraDesarrolo
El desarrollo es un concepto histórico que ha ido evolucionando, por lo que no tiene una definición única. Aun así, se puede decir que desarrollar es el proceso por el cual una comunidad progresa y crece económica, social, cultural o políticamente.
Desde sus inicios, las teorías relacionadas con el desarrollo se interesaron por los procesos de enriquecimiento material, es decir, por el incremento del volumen de producción de bienes y servicios. Estas teorías economicistas entendían que el medio para alcanzar el desarrollo era la acumulación de capital físico. Se defendía que un aumento del producto interior bruto per capita reduciría la pobreza e incrementaría el bienestar de la población. Esta premisa se basaba en que, a más producción, más renta, y, a más renta, mayor bienestar económico. Es decir, que el desarrollo estaba directamente relacionado con el crecimiento económico, tanto de los países como de las personas. Como apunta Keith Griffin en su ensayo “Desarrollo humano: origen, evolución e impacto”, el crecimiento se convertía no sólo en el medio para alcanzar el desarrollo, sino en el fin del desarrollo mismo.
Esta idea del desarrollo no sólo influía en la forma en que se entendía el concepto, sino que también afectaba a la hora de medir el fenómeno. Durante la década de 1970 varios autores y economistas de instituciones destacadas como el Banco Mundial o la Organización Internacional del Trabajo reconocieron que el aumento de la producción no era suficiente por sí solo para reducir la pobreza y alcanzar el desarrollo.
Durante los años setenta, gracias a autores como Amartya Sen o T.W. Schultz, el concepto de desarrollo pasó a entenderse como un proceso de ampliación de las “capacidades de las personas”, más que como un aumento simplemente económico. Se amplió la visión y se dejó de hablar únicamente del desarrollo ligado a la acumulación de capital físico, para pasar a considerar el capital humano (educación, investigación y desarrollo…). Los estudios empíricos han demostrado que, efectivamente, el gasto en capital humano produce rendimientos económicos mayores que la inversión en capital físico.
Según Keith Griffin, bajo esa nueva concepción, se entendió que el objetivo del desarrollo no tenía que ser incrementar el PIB de una región, sino propiciar que la gente “dispusiera de una gama mayor de opciones, que pudiera hacer más cosas”, esto es, tener una vida más larga, librarse de enfermedades, tener acceso al conocimiento… Además de todo esto, Griffin apunta algo que más adelante comentaremos, y es que “un aumento en el suministro de artículos de consumo puede contribuir a aumentar las capacidades humanas”.
En su ensayo “Teorías del desarrollo a principios del siglo XXI”, el propio Amartya Sen defiende sus ideas sobre el concepto y hace un repaso de varios ejemplos que demuestran que, para favorecer el desarrollo de una sociedad, la solución no la tiene la economía de mercado ni la economía planificada, sino que el secreto del desarrollo está en una combinación de las dos. Sen asegura que todas las economías del mundo son mixtas, y que delegar en manos del mercado o del Estado el objetivo del desarrollo no favorece a la sociedad. El desarrollo depende de ambos elementos combinados.
Durante la década de 1980, gracias a la mala experiencia de las crisis en América Latina y África (que se intentaron superar mediante duros planes de ajustes), gran parte de la comunidad intelectual y académica consiguió convencer a instituciones internacionales de la importancia de la dimensión social y humana en los planes económicos. UNICEF se puso al frente de estas reivindicaciones con el enfoque “ajuste con rostro humano”. En contra de la ortodoxia tradicional y de la corriente de pensamiento establecida sobre el desarrollo, las nuevas voces fueron encontrando huecos en la Mesa Redonda Norte-Sur, fudanda en 1977, o el Comité de Naciones Unidas para la Planificación del Desarrollo, que en 1988 incluyó en su informe los costes humanos de los ajustes estructurales. La idea era sencilla pero suponía un profundo cambio en la concepción de términos como desarrollo o crecimiento, era una idea que decía simplemente: primero las personas.
El concepto desarrollo humano se estableció definitivamente en 1989, con la llegada al PNUD del economista pakistaní Mahbub ul Haq. A partir del año 1990, el PNUD comenzó a publicar anualmente un Informe sobre Desarrollo Humano. Estos informes anuales han servido de plataforma de divulgación y han conseguido convertir al desarrollo humano en un referente obligado del debate actual sobre el desarrollo.
El enfoque del desarrollo humano cuestiona que exista una relación directa entre el aumento de los ingresos y la ampliación de las operaciones que se ofrecen a las personas. No basta con analizar la cantidad, es más importante tener en cuenta la calidad de ese crecimiento. Por eso, el desarrollo humano no es que muestre desinterés por el crecimiento económico, sino que enfatiza la necesidad de que ese crecimiento debe evaluarse en función de que consiga o no que las personas puedan realizarse cada vez mejor. Al cambiar la óptica son la que se estudia el desarrollo, la preocupación principal es que se establezcan relaciones positivas entre el crecimiento económico y las opciones de las personas.
Aun así, Amartya Sen recuerda que “si en última instancia considerásemos al desarrollo como la ampliación de la capacidad de la población para realizar actividades elegidas (libremente) y valoradas, sería del todo inapropiado ensalzar a los seres humanos como instrumentos del desarrollo económico.” Es una puntualización muy interesante, porque, tal y como argumenta Sen, se tiende a interpretar el concepto “capital humano” como la generación de ingresos. Volvemos de nuevo a utilizar términos estrictamente economicistas para cuantificar el desarrollo.

Ayuda al Desarrollo y sociedad de consumo

Hoy en día, tras varias décadas de debate académico e institucional, la comunidad internacional ha comprendido que el desarrollo es un derecho humano (Declaración sobre el Derecho al Desarrollo). Por ello, los Estados se ven obligados a respetar ese derecho y a actuar por preservarlo.
El debate sobre el desarrollo está impregnado con la realidad global, que se puede resumir en la dinámica Centro-Periferia o Norte-Sur. Esta división del mundo diferencia entre una serie de países desarrollados y otros que no lo están tanto (están en proceso de desarrollo o, directamente, subdesarrollados). Con respecto a los países del Tercer Mundo, la mayoría de las veces el desarrollo no se entiende como algo que los propios países del Sur tengan que conseguir por sus medios, sino como algo que los países del Norte han de proveerles. Se habla de Ayuda al Desarrollo o de “cooperación internacional para el desarrollo” para ayudar a los países de la Periferia. Habría que preguntarse si esta cooperación se hace porque existe una verdadera voluntad de que los países menos desarrollados progresen, porque hay una sensación de remordimiento, o porque hay un interés en que la Periferia se desarrolle.
ARTÍCULO RELACIONADO: Cooperación por remordimiento (Fernando Arancón, Diciembre 2013)
Mientras que en el Sur se habla de desarrollo, en Occidente se habla de crecimiento. Una de las amenazas que existen en este sentido es que la Ayuda al Desarrollo que se presta desde el Norte hacia el Sur sea un mecanismo para implantar modelos de crecimiento occidentales en países que, por razones históricas, nada tienen que ver con el desarrollo de países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos o Japón. Parafraseando al profesor Vicenç Navarro, “cada país tiene que buscar sus propias vías de desarrollo”.
Es necesario ayudar a aquéllos países que lo precisen en materia de desarrollo humano, pero en lo que concierne al desarrollo económico la ayuda occidental puede entenderse como un ejercicio de intromisión. No puede disfrazarse como ayuda desinteresada lo que en realidad es un proceso de influencia de empresas extranjeras. Lo hemos visto durante 1980 y 1990 en Latinoamérica con la presencia de Estados Unidos y lo vemos hoy en día con el desembarco nada disimulado de China en África. Cuando una empresa china construye las infraestructuras más importantes de un país no sólo está haciendo un bonito gesto para ayudar al progreso de ese país, sino que está adquiriendo un poder mayor que el del propio Gobierno.
ARTÍCULO RELACIONADO: China y África (Juan Pérez Ventura, Octubre 2012)
En ese sentido, el debate sobre la ayuda al desarrollo está muy abierto. También podemos entrar a valorar fenómenos como la occidentalización, que pretende llevar el modelo de desarrollo occidental a todos los rincones del mundo. Una de las características de ese modelo occidental es que se ha basado en una producción masiva que ha fomentado la llamada sociedad de consumo. Como hemos dicho antes, Keith Griffin señala que “un aumento en el suministro de artículos de consumo puede contribuir a aumentar las capacidades humanas”, una frase en la que subyace una idea peligrosa.
La promoción del consumo no sólo se da desde los escaparates de las tiendas, también se puede hacer realizando informes para la ONU o el Banco Mundial. Relacionar desarrollo con consumo es algo que muchos economistas y autores han hecho para asegurar la expansión de un modelo económico determinado, pero es un grave error. La realidad demuestra que un aumento del consumo no significa necesariamente un mayor desarrollo.
ARTÍCULO RELACIONADO: La sociedad de consumo (Juan Pérez Ventura, Noviembre 2013)
Quizás sí que sea cierto que un mayor nivel de consumo está ligado con un mayor nivel de vida pero, ¿significa eso que aumente también la calidad de vida? Como hemos apuntado al principio, el desarrollo busca mejorar el bienestar de las personas, ¿a caso el consumismo fomenta ese bienestar? Llegados a este punto cabría reflexionar sobre la raíz del debate: ¿qué es el desarrollo? ¿cómo se mide? Si el grado de desarrollo depende, entre otras cosas, de las posibilidades de consumo que tienen las personas, seguramente República Dominicana sea un país subdesarrollado en comparación con Corea del Sur. En cambio, los habitantes dominicanos son más felices que los coreanos (Índice Planeta Felíz), conviven mejor con el medio ambiente (Huella Ecológica) y tienen una tasa de suicidios mucho menor que en Corea. Todo depende de qué parámetros utilicemos para medir el grado de desarrollo.
Por otro lado, condicionar el desarrollo al consumo es irresponsable porque los niveles de consumo actuales no son sostenibles en el tiempo y amenazan al medio ambiente.

La importancia del lenguaje

En cuanto al desarrollo humano y la importancia que ha adquirido en la agenda internacional, estamos ante un ejemplo más de cómo los poderes económicos y políticos se apropian de un término socialmente bien recibido para esconder tras él sus intereses. Si bien es cierto que hasta 1970 no hubo problema para los gobiernos y empresas en defender sin tapujos el crecimiento económico como sinónimo de desarrollo, con la adopción de conciencia crítica y voluntad de cambio por parte de la sociedad y de parte de la comunidad académica, se tuvo que aceptar que esa relación economicista no podía sostenerse. A partir de entonces, se habló de desarrollo humano y de la importancia del capital humano sobre el capital físico. Esa importancia que, sobre el papel, se dio a las personas, no ha conseguido cambiar la realidad. Hay muchos informes, documentos, manifiestos y escritos que defienden una economía más humana y un desarrollo mejor (sostenible, de rostro humano…), pero en el mundo actual el modelo de desarrollo predominante sigue basándose en un crecimiento económico que, por definición, es insostenible y que, además, es manifiestamente injusto socialmente.
La única diferencia entre los modelos de antes de 1970 y del S.XXI es en la forma. En el fondo sigue siendo una concepción muy economicista del desarrollo. La forma ha cambiado: ahora se nos vende con etiquetas amigables como “desarrollo humano”. No es cuestión de desprestigiar la gran labor de instituciones internacionales y de organizaciones no gubernamentales en la lucha real por un desarrollo mejor, pero sí es necesario criticar la apropiación de términos como “humano” o “sostenible” para seguir haciendo las mismas cosas bajo un envoltorio más atractivo.
Aunque la corriente mainstream corrobora esta crítica, sí es cierto que existen proyectos para promover un desarrollo diferente. Las teorías del decrecimiento, la “economía del bien común” y otras fórmulas de desarrollo plantean alternativas frente a la concepción tradicional y mayoritaria. Es importante tener en cuenta a las personas, en un mundo en el que lo que más importa es el capital.
Podemos finalizar esta reflexión con las ideas del propio Amartya Sen: el simple hecho de considerar importante el capital humano no significa per se un cambio en la forma de proceder, puesto que se puede considerar el capital humano como un simple mecanismo para generar ingresos. Es decir, aunque añadamos conceptos humanistas, podemos estar utilizándolos para justificar actuaciones economicistas.
El desarrollo ha de desligarse de la economía tal y como la entendemos actualmente. El desarrollo (humano, ambiental, social) no es ajeno al modelo económico, pero el modelo económico actual es incompatible con un desarrollo que realmente beneficie a las personas y al medio ambiente.

jueves, 22 de octubre de 2015

El desafío del reciclaje





Por: Óscar Martín, consejero delegado de Ecoembes | Foto: Manuela Kohl



«Reciclar debe ser algo natural, al igual que cocinar, hacer ejercicio o dormir»

«Se han reciclado el 73,7% de envases domésticos en España en 2014»


La preocupación por el medio ambiente y el futuro de nuestro planeta es algo latente en nuestra sociedad. Diferentes disciplinas, como la literatura, la filosofía o incluso el cine, han reflejado este miedo a lo largo de la historia ante la visión de una naturaleza mermada por la expansión del hombre.

Sin embargo, por suerte para nosotros, este estado de expectación se ha trasladado a un segundo plano dejando paso a un número cada vez más incondicional de ciudadanos y organizaciones que están dispuestos a cambiar las cosas. En este sentido, es buen momento para recordar las palabras del recientemente fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano, quien con gran sabiduría decía que «mucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo». Y es que, a diferencia de lo que muchos creen, son los pequeños gestos los que uno a uno van sumando y provocando los grandes avances de la humanidad. El cuidado del medio ambiente no es una excepción.

Y por ello el reciclaje ocupa un papel capital. Un gesto que todos podemos hacer y que en la intimidad de nuestro hogar parece insignificante, pero que sumado a los más de 7.000 millones de personas que hay en el mundo se convierte en toda una revolución. Así lo demuestra el 73,7% de envases domésticos que se han reciclado en 2014 gracias a la colaboración de toda la sociedad. Una cifra, dos puntos porcentuales por encima de los resultados del año anterior, que no ha dejado de crecer desde 1998, cuando España apostó por el modelo de gestión de este tipo de residuos, y que nos posiciona 19 puntos por encima de los objetivos establecidos por la Unión Europea y entre los 10 primeros países de la eurozona en esta materia.

Sin duda, todo un logro que va más allá de un simple dato y que se ha materializado en beneficios directos para el medio ambiente. Así, esta tasa de reciclaje, que supone 1.258.602 millones de toneladas de envases reciclados (un 5% más que el pasado año), ha evitado solo en 2014 la emisión de 1,2 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, lo que equivaldría a la eliminación de medio millón de vehículos de las carreteras españolas. En una ciudad como Madrid equivaldría a retirar de la circulación casi el 25% de los coches censados, una cifra importante, pero más en un año en el que se celebra la Cumbre del Clima de París en el que todos nos jugamos mucho, y en la que por ejemplo la Unión Europea se ha comprometido a reducir al menos un 40% sus emisiones hasta 2030.

En cualquier caso, a nivel ambiental, la reducción de gases contaminantes no ha sido el único beneficio que se ha alcanzado en 2014. En el trascurso de este año, gracias al reciclaje de envases, también se ha evitado el consumo de 6,2 millones de MWh, el equivalente al gasto anual de energía del 31% de los smartphones que hay en España, y de 24,5 millones de metros cúbicos de agua, el equivalente al consumo anual de 400.000 personas. Un dato que habla por sí solo de los resultados que se han conseguido cuando se logra la implicación de toda la sociedad en algo tan esencial como el cuidado del medio ambiente.


Hacia un nuevo modelo

Estos resultados, inimaginables hace apenas 17 años cuando llegaba a nuestro país la recogida selectiva, son el resultado de un proceso detrabajo conjunto entre empresas, administraciones y ciudadanos, que paso a paso están liderando el cambio hacia un modelo de desarrollo sostenible que nos permita establecernos en una economía circular respetuosa con el medio ambiente y con el crecimiento social.

Un desafío en el que el reciclaje juega un papel fundamental, convirtiendo los residuos en recursos, no solo cuidando del medio ambiente sino también contribuyendo a generar empleo y tejido industrial e impulsando la I+D+i. En este sentido, el sistema que gestionamos desde Ecoembes, por ejemplo, ha creado más de 42.600 empleos, 9.400 de forma directa, y tiene abiertas más de 180 líneas de investigación con el objetivo de alcanzar la máxima eficiencia en la gestión de los residuos de envases. Un paso más para la reconversión del modelo actual en una economía sostenible viable y productiva.

Nuestros pasos en este sentido me han dado mucho en qué pensar. Y es que si esto lo hemos conseguido nosotros, que somos un simple actor dentro de la totalidad de la sociedad, imaginemos hasta dónde podríamos llegar si todos remáramos en la misma dirección. Comprobaríamos cómo el empleo verde continuaría creciendo, en un momento en el que es imprescindible estabilizar el mercado laboral para poder reiniciar la senda del crecimiento. La investigación se impulsaría como uno de nuestros principales aliados en todos los ámbitos, y se convertiría en la herramienta estratégica que nos llevara hacia la sostenibilidad más efectiva y eficiente. Por ende, las empresas crecerían de una forma responsable aprovechando los recursos y, por tanto, reduciendo costes y creando productos y servicios de mayor valor añadido.

La ecología es colaborativa

En este camino ya están trabajando muchas compañías que han sido capaces de ver un mundo lleno de posibilidades enfocando su actividad bajo prácticas sostenibles que reduzcan su huella ambiental. Las empresas españolas son un claro ejemplo. Trabajan desde 1999 junto con Ecoembes para generar envases respetuosos con el medio ambiente a través del ecodiseño, facilitando su reciclaje o reduciendo su peso y, por tanto, los recursos utilizados. Esta labor ha posibilitado en los últimos 15 años el ahorro de más de 440.000 toneladas de materias primas y que los envases sean un 17% más ligeros. Un punto de partida perfecto para conseguir en todos los sectores económicos minimizar los consumos, emisiones, vertidos y residuos durante todo el ciclo de vida de los productos. Y siempre además teniendo en cuenta la durabilidad, reparabilidad, restauración y reciclado de los mismos, incrementando así su competitividad en el mercado.

Pero esta es una tarea que las empresas no afrontan solas. Los ciudadanos han sido una voz clave en este proceso de cambio reclamando productos naturales, sanos y respetuosos con el medio ambiente. En este sentido, cada vez es más frecuente ver a los consumidores consultando las etiquetas en los supermercados para ver las características de los productos. Según la Guía práctica para comunicar con éxito las mejoras ambientales de los envases que realizamos hace un par de años, nueve de cada diez consumidores están interesados en conocer las mejoras ambientales realizadas por las empresas sobre sus productos envasados. Una información que no siempre encuentran disponible y que supone un elemento diferenciador cada vez más valorado.

El papel de los ciudadanos no es únicamente el que jugamos como decisores de compra, sino también como impulsores del cambio, convirtiendo el reciclaje en una rutina en nuestros hogares. Reciclar debe ser algo natural, al igual que cocinar, hacer ejercicio o dormir. Acciones que forman parte de nuestro día a día y que no nos generan dudas, sino que forman parte de nuestro ritmo vital. No podemos negar que hemos avanzado mucho. En 1998, cuando nace Ecoembes y se empiezan a gestionar los residuos de envases domésticos en España se reciclaron tan sólo el 5% de sus envases, y en 17 años hemos conseguido crecer hasta el 73,7%, un síntoma que nos indica no sólo que el sistema funciona, sino que además la sociedad está respondiendo.


Tanto desde el lado de las empresas como el de los ciudadanos, el impulso que pueden dar las administraciones públicas es clave para que la transformación del modelo socioeconómico sea completa. Solo con su apoyo podremos alcanzar los objetivos marcados. A día de hoy en Ecoembes estamos trabajando con más de 8.000 municipios. Acuerdos que reflejan un compromiso real y firme por parte de las instituciones. Son ellas las que facilitan el acceso a los ciudadanos a través de la distribución de contenedores para la recogida selectiva. Así el 99% de la población tiene acceso a los contenedores amarillos y azules, por ejemplo, de los más de 553.000 que hay repartidos por toda la geografía española. A su vez, asumen una responsabilidad importantísima en la difusión de valores ambientales que favorecen la concienciación y sensibilización.

Además, el fortalecimiento de políticas medioambientales a través de la legislación y de otro tipo de iniciativas públicas nos permitirá impulsar modelos eficaces y viables para la gestión sostenible de los residuos, a través de la colaboración público-privada, fomentando soluciones de gestión supramunicipales y de valor añadido que ayuden a lograr un mayor aprovechamiento de los recursos. Sin duda, el objetivo es que los únicos residuos que lleguen a los vertederos sean aquellos que no se pueden valorizar.

Retos de futuro

Estamos en el buen camino. Pero, como hemos visto, tenemos muchos retos de futuro por alcanzar. Empezando por los objetivos de reciclaje de la Unión Europea en la que la sociedad en conjunto debe volcarse para que todos los residuos alcancen unos niveles de reciclado similares y se comiencen a tratar aquellas fracciones de las que nadie se está responsabilizando. Solo así conseguiremos llegar a reciclar el 50% de los residuos sólidos urbanos en España, que es lo que nos exige Europa.

Con respecto a los envases domésticos, que son los que nos ocupan en Ecoembes, estamos muy cerca de alcanzar la tasa del 80% que nos habíamos propuesto para 2020. Apenas seis puntos nos separan de ese objetivo, que sin duda alcanzaremos. Y aquí la educación juega un papel insustituible como vía para crear una conciencia, por un lado, individual, que derive en estilos de vida respetuosos con el entorno, y, por otro, colectiva que nos permita alcanzar una sociedad del reciclado. Por este motivo la educación tiene tanta importancia, especialmente en edades tempranas.

Desde Ecoembes llevamos 17 años trabajando en este sentido que no sólo nos convierte en una herramienta de transformación del presente, sino además en una palanca de cambio para el futuro. Por ello, dirigimos importantes recursos en la puesta en marcha de cursos de formación y talleres ambientales de sensibilización dirigidos a universitarios, profesionales, medios de comunicación, mayores y familias, especialmente a niños. Solo el año pasado pusimos en marcha 351 campañas de comunicación con el fin de concienciar a los ciudadanos sobre la importancia de cuidar del medio ambiente invirtiendo 24 millones de euros en acciones de sensibilización y educación ambiental. A través de la educación conseguiremos el cambio necesario para conseguir los retos que nos hemos planteado.

Este es un camino que debemos recorrer de la mano de los ciudadanos, convirtiendo el reciclaje en algo natural que forme parte de nuestros hogares; las empresas, mediante la reducción de su huella ambiental a través de políticas de sostenibilidad en todos los ámbitos; y las administraciones, fomentando la concienciación e impulsando medidas que faciliten el asentamiento de este nuevo modelo.

Es evidente que nos queda mucho camino por recorrer. Y siempre tendremos un reto que alcanzar. Lo importante es que lo estamos consiguiendo. Y es algo que estamos haciendo juntos, colaborando desde todos los ámbitos: públicos, empresariales y sociales; unidos en una fuerza común en favor de nuestro bien más preciado.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Los inversores sostenibles sacan músculo

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Una coalición de 25 fondos presiona a empresas para que abandonen las asociaciones que niegan el cambio climático



Una coalición internacional formada por 25 fondos de inversión, que gestionan más de 62.000 millones de euros en activos, ha pedido a nueve grandes empresas cotizadas que revisen su pertenencia a grupos de presión que niegan el cambio climático y trabajan para frenar las políticas medioambientales.

Esta campaña, coordinada por Share Action, una organización con sede en Londres que promueve la inversión responsable en Europa desde 1990, se dirige a las empresas BHP Billiton, BP, EDF, Glencore, Johnson Matthey, Procter and Gamble, Rio Tinto, Statoil y Total.

En una carta enviada a dichas compañías, este lobby de inversores sostenibles expresa su preocupación por el apoyo económico que ofrecen a organizaciones que, a pesar de la evidencia científica, aún cuestionan el calentamiento global, tales como Cefic, The International Association of Oil and Gas Producers o BusinessEurope. Esta última, por ejemplo, se caracteriza por intentar frenar el liderazgo medioambiental de Bruselas y se niega a apoyar un objetivo vinculante para reducir el uso de energía en la UE (una medida que, más allá del beneficio medioambiental, reduciría hasta 250.000 millones euros la factura energética de Europa cada año).

«Abordar el problema del calentamiento global debe ser prioritario en la agenda de los inversores responsables en todo el mundo. Nuestros fondos de inversión tienen un papel importante que desempeñar para asegurar que sus carteras están protegidas en el largo plazo de los daños económicos del cambio climático», afirma la directora ejecutiva de Share Action, Catherine Howarth.

Una reciente publicación del Instituto de Estudios Políticos (PSI, por sus siglas en inglés), elaborado por investigadores de la Universidad de Westminster, mostraba la contradicción de algunas grandes corporaciones que se plantean retos y apoyan iniciativas para luchar contra el cambio climático al mismo tiempo que financian asociaciones que despliegan agresivos lobbies contra las políticas climáticas de los gobiernos.

Otras recientes campañas de grupos de inversores responsables ya han dado sus frutos: Unilever, que comercializa productos como Dove o Frigo, ha abandonado Business Europe, mientras que Shell y BP se han desligado del American Legislative Exchange Council (ALEC), un asociación vinculada al Partido Republicano que niega el cambio climático, según informaba el diario británico The Guardian el pasado mes de agosto.

martes, 20 de octubre de 2015

2014 ha sido el año más cálido desde 1880


Ya es oficial: 2014 ha sido el año más cálido desde 1880, cuando empezaron a tomarse registros de las temperaturas. Así lo han confirmado este viernes científicos de dos organismos de EEUU: la NASA y el Instituto Nacional para el Océano y la Atmósfera (NOAA, por sus siglas en inglés).

Una vez analizados los datos de diciembre, se ha confirmado que 2014 encabeza la lista de los años más cálidos, un dato que no ha sorprendido debido a que los registros que se habían recabado durante los primeros 11 meses del año apuntaban ya a que sería el más caluroso.

Según ha destacado el Instituto de Estudios Espaciales Goddard de la NASA (GISS), con la excepción de 1998, los diez años más cálidos durante el periodo 1880-2014 se han registrado desde el año 2000. Los tres más calurosos serían 2014, 2010 y 2005, en ese orden.

Desde 1880, afirma la agencia espacial de EEUU, la temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado aproximadamente 0,8º C, una tendencia que, argumentan los científicos de la NASA, "es en gran medida derivada del incremento del dióxido de carbono y otras emisiones a la atmósfera causadas por la actividad humana". Así, subrayan que "la mayor parte del calentamiento se ha producido en las últimas tres décadas".

La temperatura global terrestre en 2014 fue 0,68ºC más cálida que durante el periodo 1951-1980. En 2010, el segundo año más caluroso, fue 0,66ºC más cálida mientras que en 2005 la diferencia fue de 0,65º C.

Los datos recabados por la NASA a través de su programa de observación terrestre, que comprende la recogida de información desde tierra, mar y aire, pueden consultarse aquí. La información que analizan los científicos del GISS procede de las mediciones tomadas por satélites desde el espacio, por una red de 6.300 estaciones meteorológicas, barcos que registran la temperatura del océano y estaciones en la Antártida.

"Éste ha sido el último de una serie de años cálidos a lo largo de una serie de décadas cálidas. Mientras que el ranking de años individuales puede verse afectado por patrones meteorológicos caóticos, las tendencias a largo plazo son atribuibles a los causantes del cambio climático", sostiene el director del GISS, Gavin Schmidt, que menciona las "emisiones humanas de gases de efecto invernadero" como el principal factor.

En EEUU, destaca la NASA, ha habido grandes variaciones según las regiones. Por ejemplo, zonas de la costa Este y del Medio Oeste fueron inusualmente frías, mientras que Alaska, Carizona, Arizona y Nevada sufrieron altas temperaturas.

Por lo que respecta a la previsión para 2015, los científicos afirman que esperan ver fluctuaciones en la media global de temperaturas anuales causadas por fenómenos como El Niño o La Niña. Estos fenómenos meteorológicos, que cambian los patrones de movimiento de las corrientes marinas, calientan (en el caso de El Niño) o enfrían (si es La Niña) el Pacífico tropical y se cree que han influido en el calentamiento a largo plazo durante los últimos 15 años. 2014, sin embargo, no se ha visto influenciado por El Niño, aseguran.